jueves, 8 de febrero de 2018

Capítulo 2. Tony

Tony


Tony empujaba sin parar dentro de la mujer que tenía de espaldas frente a él. Ni siquiera había tenido que bajarle las bragas; le había subido la pequeña minifalda elástica negra y tan solo las había apartado a un lado, al descubrir que la joven estaba tan empapada como una hembra en celo. El sudor le recorría la cara y estaba a punto de correrse, lo tenía claro. Aquella tía, de la que ya no sabía ni su nombre, estaba resultando ser un polvazo. Sus gemidos, mientras se afanaba en apretar los duros pezones que sobresalían por el reborde del encaje del sujetador, que había medio bajado de un tirón, le estaban poniendo a mil, allí, en el retrete de un cochambroso bar perdido de la mano de Dios, donde estaban los dos de pie, contra los fríos y sucios azulejos del baño.


Bajó su mano derecha y realizó una experta fricción en el clítoris de la joven, mientras la embestía sin parar. Surtió el efecto deseado y esta chilló de placer mientras su grueso pene recibía los escandalosos espasmos de la vagina que, involuntariamente, se contraía debido al orgasmo. La joven intentó girarse para besarlo, pero él se lo impidió sujetándola fuerte por el pelo y girándola. No le gustaba besar; más bien no quería besar… y se dejó ir con un fuerte orgasmo que lo dejó más que satisfecho y aliviado, mientras se dejaba caer sobre la espalda de la joven que no podía dejar de jadear todavía.
—¡Oh, Tony! —exclamó la joven afectada—. ¡Ha sido maravilloso!
Intentó girarse de nuevo ahora que ya habían acabado, pero él, de nuevo, se lo impidió. Necesitaba recuperar el resuello antes de enfrentar a aquella mujer.
—No ha estado mal —expresó él sin mucha efusividad, mientras se apartaba un tanto de ella para que ambos pudiesen acomodar de nuevo sus ropas y salir de aquel baño cutre y sucio.
—Tranquilo —dijo ella intentando recuperar el ritmo cardíaco y girándose de una vez por todas—. Sé muy bien lo que eso significa.
Tony levantó la mirada sorprendido, mientras se retiraba el preservativo y limpiaba el miembro con un clínex, terminando de vestirse y subiendo la cremallera de su vaquero.
—¡Vaya! Me alegro de que los dos estemos de acuerdo —argumentó sin más preámbulos.
La joven torció el gesto todavía con la mirada perdida. ¡No estaba de acuerdo! ¡Ni mucho menos! Pero no era tonta y sabía perfectamente lo que aquellas palabras, junto con aquellos gestos, significaban. Con todo el orgullo que fue capaz de reunir en un momento como aquel, terminó de colocarse la minifalda y salió del baño con un “ha sido un placer”, desapareciendo así de la vista de Tony, que salió de aquel cochambroso reducto para lavarse con agua fresca las manos y la cara.
Al incorporarse del lavabo con desgana, su semblante se reflejó en el pequeño y manchado espejo, mientras se apoyaba derrotado en el lavabo. No es que él quisiese que las cosas fuesen así, pero su estilo de vida así lo requería. Tenía necesidades básicas, como todo el mundo, y necesitaba desahogarse de vez en cuando. Pero no quería relaciones ni ataduras. No se lo podía ni se lo quería permitir. Odiaba ser el tipo amable y simpático delante de las posibles presas para sus más bajos instintos, para después convertirse en el tipo frío y duro que realmente era y poder así librarse de ellas.
Volvió a mirarse en el espejo y se dio asco a sí mismo al pensar en quién era y en quién pudo haber sido, si las circunstancias de su vida hubiesen sido distintas.

Se volvió y salió de allí para regresar a su casa, ahora que ya había cumplido con su objetivo.


sábado, 3 de febrero de 2018

Capítulo primero

Si me quieres…
…no me grites,
no me insultes,
no me ignores,
no me pegues,
no me violes,
NO ME MATES…
…quiéreme.

Contra el maltrato a la mujer,
TOLERANCIA CERO.


Capítulo 1


Gema


—¿Desea usted algo?
El policía había salido de su garita de seguridad, en medio de la noche, al verla allí parada frente a la comisaría con la mirada perdida.
Gema observó al hombre que le estaba hablando. Estaba asustada y no sabía si deseaba o no entrar allí.
—No… gracias. —Intentó que su voz sonase convincente, pero en su lugar salió casi un lamento.
—Está bien —dudó el agente—. Si cambia de opinión o si desea algo, solo tiene que decírmelo. Yo mismo la acompañaré dentro si así lo prefiere.
—Gracias. Es usted muy amable —contestó bajando la mirada y arrebujándose más en el interior de su fina chaqueta.


El policía volvió al interior de su garita sin disimular sus dudas con respecto a la joven, que seguía allí plantada sin decidirse a entrar.
Gema tenía miedo. No, estaba aterrada. No sabía si quería o no entrar en aquella comisaría. ¿Estaría haciendo lo correcto? Pero, aquella tarde, Jesús lo había vuelto a hacer. Pese a haberle jurado mil veces que no lo volvería a hacer lo había hecho de nuevo; le había vuelto a propinar una sonora bofetada. No era tonta y sabía lo que eso significaba pero… ella lo amaba. Tal vez si lo asustaba con una denuncia que luego retiraría para que no tuviese problemas… tal vez no volviese a hacerlo. Tal vez volviese a ser el hombre amable y encantador que era con todo el mundo y con ella misma… hasta hacía seis meses, cuando todo había comenzado a cambiar al irse a vivir juntos. ¿Por qué todo había cambiado tanto? ¿Sería realmente ella la culpable? Jesús le echaba continuamente la culpa de su nefasto humor. ¡No! Tenía que cambiar esos sentimientos. ¡Ella no tenía la culpa! Ella no tenía la culpa y… ¿Por qué, entonces?
Pensó en Santi, el último amigo que le quedaba; porque, al fin, se había dado cuenta de que hasta eso le había robado Jesús; la había aislado de todo y de todos creando a su alrededor una fina tela de araña que ella ni había percibido. Pero Santi había sido la única persona que había visto el cambio brutal en Gema, el cambio de una chica alegre y dicharachera en una sombra… como la que ahora era. Santi la había perseguido durante un tiempo hasta que, un día, no hacía mucho, ella le había confesado lo que le ocurría, lo que Santi ya imaginaba. Algo que ella misma negaba una y otra vez. Algo que no era capaz de concebir. ¿Por qué Jesús, el amor de su vida, la trataba así desde que se habían ido a vivir juntos?
Se envolvió de nuevo en su chaqueta aunque no tenía claro si era de frío, ya que aquella noche de otoño era francamente fresca, o era el pánico que sentía ante lo que iba a hacer. ¿Sería lo correcto? ¿No estaría armando un mundo de nada? A lo mejor se burlaban de ella por considerar que un par de bofetadas no eran un signo de violencia de género. A lo mejor es que ella no era lo suficiente mujer… a lo mejor es que… solo trataba de buscar excusas porque estaba enamorada de Jesús. ¡Pero no! ¡No quería seguir así! Eso, al menos, lo tenía claro. Santi le había hecho recordar que ella era una mujer bonita, valiente en la vida y decidida, y que no podía dejar que un hombre, por mucho que ella lo amara, la tratase como una escoria que no servía para nada en este mundo.
Cogió aire, tratando así de obtener el coraje que en esos momentos le faltaba, y dio el primer paso para subir los escalones de la comisaría… aunque nunca pudo llegar a entrar porque alguien la sujetó del brazo de forma brusca.


Primer capítulo de una historia complicada en la que espero haber reflejado con tacto el tema de los malos tratos y la esperanza del amor.

viernes, 2 de febrero de 2018

Sinopsis





Sinopsis:
Lucía casi no recuerda que el amor fueron caricias y miradas cómplices, para ella ya solo existen golpes de los que dejan una huella imborrable en el alma y moratones en el cuerpo. Un día logra escapar y se jura que jamás permitirá que de nuevo alguien entre en su vida. Sin embargo, sus planes se irán a pique al conocer a Tony, un tipo algo asocial.
¿Puede el amor curar el dolor que él mismo ha causado?
 

La preciosa portada es de Alexia Jorques, especialista en el tema y de la que estoy profundamente enamorada y la maquetación del libro físico es de mi inmejorable amiga Mar Fernández.


¡Espero que os guste!

Besitos, Meg.

Capítulo 2. Tony

Tony Tony empujaba sin parar dentro de la mujer que tenía de espaldas frente a él. Ni siquiera había tenido que bajarle las bragas; le ...